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elTablero

Reemprendemos

Amigos, retomo, una vez más, la marcha de este blog. Me propongo, en las próximas entregas, facilitar algunos textos de la II República. En general, discursos, más o menos conocidos, que ilustran la vehemencia del momento, la ebullición nacional, la pasión política y el nivel retórico. Muestran, en el fondo, que la política de la época no fue un anodino intercambio transactivo y pragmático, sino una aventura vital, un horizonte de realización colectiva.

Empiezo por algunos discursos de Gil Robles. Se trata de un personaje habitualmente vilipendiado. Desde las izquierdas, por fascista. Desde las derechas, por tibio y traidor a las esencias españolas. Tuvo sus aciertos y sus errores. Su principal equivocación como hombre de estado fue, posiblemente, no percatarse de que la indulgencia era la mejor forma de desarmar a sus enemigos. Su principal error político, creo, consistió en enemistarse con la Lliga Catalana -aliado natural- al crear una sucursal de su partido (Acción Popular) en Catalunya. Pero no cabe duda de que realizó un esfuerzo ímprovo por incorporar a las masas conservadoras a la vida de la República democrática. Sus palabras revelan su voluntad firme de regenerar la vida española contando con el apoyo de una amplia base social, tradicional de corazón y partidaria también de avanzar decididamente por caminos de justicia social. Las izquierdas le satanizaron, y con el levantamiento de octubre de 1934, desestabilizaron definitivamente las cortes de 1933 y torpedearon el futuro de la República. Las derechas más clásicas (encabezadas por Goicochea y Calvo Sotelo, pero incluyendo también a varios miembros de su partido) convirtieron su camino en un campo de minas. Y así, Gil Robles, que no participó en la rebelión militar, declaró al paso de los años que "no fue posible la paz". En realidad, sí hubiera sido posible. Como aquel barco, que guiado por capitán experto, consigue franquear la tormenta más adversa. Todo invita al naufragio, pero siempre es posible la salvación. Claro que para ello se necesita un capitán muy experto, y marineros bien dispuestos. Y en España faltó experiencia en los líderes y buena disposición de muchos. Y triunfó, al fin, la tormenta de las pasiones y el oleaje de las corrientes históricas.     

1 comentario

Anónimo -

molts anims!!!